EUGENIO ESPEJO: Jorge Nùñez Sànchez

UN DUENDE EN LA CONVENTUAL CIUDAD DE QUITO
Por Jorge Núñez Sánchez
Silenciosamente, con su acostumbrada modestia pero también con su conocida brillantez, Raúl Arias ha ido enhebrando este nuevo libro suyo, que tiene como objeto y sujeto de sus preocupaciones a Eugenio Espejo, a quien hoy reconocemos como el padre espiritual de la nación ecuatoriana.
… Me ha entusiasmado la tarea de Raúl Arias, tanto por lo que tiene de vindicación de la imagen de Espejo, cuanto por lo que propone como mecanismos de difusión de su gesta vital, de su espíritu rebelde y de su rico y variado pensamiento. Y ello me ha motivado a redactar estas apostillas, que no tienen otro propósito que aportar algunas ideas y datos a esta magnífica obra de mi amigo Raúl:
1ª.- Sobre enemigos y denostadores del Precursor. Coincido con el autor en que Espejo es un personaje controvertido y que “desde su nombre provoca controversias, reparos y dudas”, por lo que ha tenido, ayer como hoy, enemigos y malquerientes. Y agrego que entre los actuales denostadores del Precursor se hallan algunos enfermos de la peligrosa fiebre regionalista, que buscan oponer a la figura subversiva y patriótica de Espejo la imagen desdibujada y más bien triste de Juan Bautista Aguirre, jesuita sabio a la vez que cura pícaro, quien, cuando no escribía tratados científicos, se dedicaba a redactar poemas cargados de insidia regionalista o sonetos de amor a damas pretendidamente “imaginarias”.
No fue casual que, en su propio tiempo, el doctor Espejo se enfrentara al padre Aguirre y le espetara algunas afirmaciones contundentes. En efecto, valiéndose de sus personajes del “Nuevo Luciano de Quito”, Espejo lanzó sátiras contra Aguirre y lo acusó de ser un copista de ideas ajenas y un poeta épico frustrado. Además, luego de reconocer que Aguirre poseía “una imaginación fogosa, un ingenio pronto y sutil”, el Precursor precisó que el cura dauleño “siempre se fue detrás de los sistemas flamantes y de las opiniones acabadas de nacer, sin examen de las más verosímiles: el dijo siempre, en contra del otro discreto, Novitatem, non veritatem amo (Amo más la novedad que la verdad)”.
2ª.- Sobre las “Cartas Riobambenses”. Esta obra, redactada en 1789, es probablemente una de las más significativas de Espejo, puesto que revela en profundidad sus ideas sociales y políticas. Si bien fue escrita a pedido de su hermano Juan Pablo y otros curas del distrito, para oponerse a la supresión de fiestas religiosas que había dispuesto el corregidor Barreto, el Precursor aprovechó para volcar en ella una serie de reflexiones fundamentales acerca de la expoliación colonialista, la organización social imperante, el regionalismo, los prejuicios y calumnias de españoles y criollos contra los indios, los valores de la cultura popular y otros temas trascendentes.
Refiriéndose a la explotación colonial, afirmó:
“Los miserables indios, en tanto que no tengan por patrimonio y bienes de fortuna más que solo sus brazos, no han de tener nada que perder. Mientras no los traten mejor; no los paguen con más puntualidad su cortísimo salario, no les aumenten el que deben llevar por su trabajo; no les introduzcan el gusto de vestir, de comer, y de la (política) en general; no les hagan sentir que son hermanos nuestros estimables… nada han de tener que ganar, y por consiguiente la pérdida ha de ser ninguna.”
Y agregó luego unas formidables apreciaciones sociológicas, dignas de suscribirse hoy mismo:
“La imbecilidad de los indios no es imbecilidad de razón de juicio ni entendimiento, es imbecilidad política, nacida de su abatimiento y pobreza… Así los indios, lo que tienen es timidez, cobardía, pusilanimidad, apocamiento, consecuencias ordinarias en las naciones conquistadas. … Hoy, por la nueva educación y trato de gentes que logran, se conoce que son muy hábiles y capaces de la disciplina más sublime y exquisita. Fuera, pues, de nuestros escritos y papeles, las palabras instinto, rusticidad, imbecilidad y bobera de los indios.”
En cuanto al regionalismo, Espejo lo percibió ya como un cáncer que minaba la unidad y el progreso del país, el que se alimentaba de prejuicios sociales y culturales, pero que iba configurando ya un sistema de explotación y desigualdad entre regiones. Escribió en ese memorial dirigido al monarca:
“Los guayaquileños, enemigos irreconciliables de los serranos, extorsionan a éstos sobre manera, y estos mismos... deben ser seguramente verdaderos buenos cristianos llenos de caridad, ô muy infelices abatidos, pues que les llevan víveres; pudiendo a buena cuenta esperar, que aquellos salgan a buscarlos con sus géneros, y con su plata. Los curas están por misericordia divina muy distantes de inspirar pensamientos crueles: antes influyen los más dulces, y favorables a la humanidad en común, y a su propia Patria en particular, cuando manifiestan el deseo de que los guayaquileños se versasen en el tráfico con la sierra … a fin de que se alterase el método de comercio, bajo de ciertas reglas, que se deben prescribir por la augusta autoridad de Vuestra Caritativa Real Persona, con la memoria de que el año próximo pasado de 1788 fueron excluidos de Guayaquil y sus pueblos los comerciantes serranos, con el frívolo motivo de que llevaban el contagio del sarampión, encendido tiempo había sin este motivo; y a ésta causa perdieron todos sus intereses, y lo que es más sus propias vidas, (pues fueron) arrojados al campo, sin socorro alguno; de modo que esas montañas están pobladas de cadáveres serranos.”
3ª.- Sobre las ideas políticas de Espejo. Este es un tema vasto, que ha merecido muchos estudios y merecerá sin duda varios más. Empero, hay un aspecto no tratado hasta hoy por los estudiosos de Espejo y que merece una atención particular, por todo lo que aportó a la conformación definitiva del pensamiento político del Precursor: me refiero a su vinculación con la Orden Masónica, que se produjo en 1789, durante su destierro en Bogotá.
Espejo fue introducido en la masonería junto con Juan Pío Montúfar, por Antonio Nariño, Precursor de la independencia neogranadina y quien había fundado poco tiempo atrás una logia llamada “El Arcano Sublime de la Filantropía”, contando para ello con la ayuda de ciertos notables hombres de ciencia españoles enviados a Santafé de Bogotá, que eran masones. Uno de ellos fue el sabio naturalista José Celestino Mutis, que fundara una escuela de pensamiento científico en la Nueva Granada y Quito, y otro el mineralogista Juan José D'Elhúyar, quien, años más tarde, se trasladó a México y llegó a ser Gran Maestre de la masonería en ese país. Lo cierto es que en ese círculo secreto de los patriotas bogotanos, Espejo se dedicó a estudiar todas las obras del liberalismo europeo que existían en la biblioteca de Nariño y pudo conocer a fondo el ideario republicano que animara la independencia de los Estados Unidos y que por esos mismos días era proclamado por la Revolución Francesa.
Es más, en ese grato ambiente intelectual concibió Espejo la idea de fundar en Quito una logia similar a la de Nariño y fue así que redactó su notable "Discurso a la Escuela de la Concordia", publicado ese mismo año de 1789 por la imprenta bogotana de don Antonio Espinosa de los Monteros, gracias al financiamiento de Montúfar.
4ª.- Sobre su pensamiento científico. Espejo, médico y patriota a la vez, tuvo una absoluta claridad sobre los deslindes entre el pensamiento científico y la mitología religiosa. Una claridad que nos es indispensable hoy mismo, cuando, pese a los progresos de la ciencia y la tecnología, todavía hay unas mentalidades colectivas profundamente influidas por la mitología religiosa y los dogmas. Por esto, cabe recalcar esas palabras que escribió el Duende Quiteño con motivo de la epidemia de viruelas que por entonces azotaba a la ciudad:
“Antes de todo es preciso que el pueblo esté bien persuadido … que las viruelas son una epidemia pestilente. Esta sugestión era ociosa en Europa, en donde están persuadidas generalmente las gentes, que no se contraen sino por contagio. Acá las nuestras parece que están en la persuasión de que es un azote del cielo, que envía a la tierra Dios en el tiempo de su indignación. Por lo mismo, haciéndose fatalistas en línea de un conocimiento físico, creen que no le pueden evitar por la fuga, y que es preciso contraerlo o padecerlo como la infección del pecado original; impresión perniciosa, que las vuelve indóciles a tomar los medios de preservarse propuestos en la Disertación.”
5ª.- Sobre su sentido de la historia. Espejo supo apreciar el sentido social y la utilidad cultural de la ciencia histórica. Por eso escribió en sus “Reflexiones sobre las Viruelas”: ”La propensión del hombre es transcribir al papel las cosas memorables que acontecen en su tiempo y tener el cuidado de dejarlas en memoria a la posteridad.”
Jorge Núñez Sánchez
Trece de Abril de 2006, Día del Maestro Ecuatoriano.
(Resumen de la presentación que hice a un libro de mi amigo Raúl Arias, sobre Eugenio Espejo)