LA MASACRE DEL 2 Y 3 DE JUNIO DE 1959

 

Hace 62 años quemaron la “pesquisa” y saquearon la casa de empeños El Sol.
SANGRE Y CAOS EN LAS CALLES DEL PUERTO
POR WALTER GONZALEZ ALVAREZ
Eran tiempos de protesta contra los desafueros del régimen de Camilo Ponce Enríquez, surgido de un fraude descomunal que robó el triunfo al candidato presidencial del Frente Democrático, Raúl Clemente Huerta.
El 2 de junio de 1959, al atardecer, una airada manifestación estudiantil de solidaridad convocada en Guayaquil fue acorralada por la Policía en la esquina de las calles Boyacá y 10 de agosto, exactamente donde está ubicado el edificio de EL TELÉGRAFO. El saldo trágico fue 5 muertos.
Los gendarmes atraparon los cadáveres y se los llevaron a la morgue.
IRACUNDA MANIFESTACIÓN
Al comenzar el nuevo día, 3 de junio, una iracunda manifestación estudiantil dirigido por Carlos “Coquín” Alvarado Loor rescataron los cuerpos depositados en la morgue y los trasladó a la Casona Universitaria, calles Chile y Chiriboga, para su velación.
Por todos los medios disponibles, se invitó al pueblo al lugar para honrar a las víctimas. Acudió una impresionante muchedumbre que por la tarde llevó en hombros los cadáveres al cementerio general, donde se pronunciaron encendidos discursos.
A las doce comenzó el recorrido al Cementerio y cuando los asistentes se retiraban a sus casas, a las cuatro de la tarde, alguien gritó "A quemar la Pesquisa" situada en 9 de Octubre y Av. Del Ejército que fue rápidamente destruida.
PESQUISA ODIADA POR EL PUEBLO
Provocadores infiltrados por el gobierno lanzaron la consigna “¡A quemar la Pesquisa, a quemar la Pesquisa!”; consigna maquiavélicamente concebida para crear una situación de miedo en el país, y que creció como reguero de pólvora, pues la Pesquisa -el Servicio de Inteligencia de la Policía-era odiada por el pueblo-, particularmente por la juventud, pues allí se practicaban detenciones ilegales y brutales palizas a los detenidos.
La horda enfurecida, una vez ubicados frente al edificio de la jefatura de Policía y oficina de Seguridad Provincial, los revoltosos utilizando palos y piedras arremetieron fuertemente contra el cuartel, mientras otros manifestantes detuvieron varios vehículos, de donde extrajeron gasolina, con la que empaparon algunos trapos y prendidos los arrojaron al interior del inmueble, iniciándose una candelada.
Los agitadores penetraron y liberaron a los detenidos, salvándolos de morir incinerados, momentos en que el fuego comenzaba a propagarse por toda la edificación.
La Pesquisa fue incendiada. Las llamas convulsionaron el espíritu de la masa, que se regó por dondequiera.
Como símbolos del hambre popular y de la miseria, fueron asaltados también el Mercado Central y la casa de empeños El Sol, localizada en Diez de Agosto y Rumichaca, del ciudadano peruano José Castro, donde los pobres siempre perdían sus prendas, no quedando absolutamente nada de este negocio.
CUNDIÓ EL SAQUEO Y ORDENAN TIRAR A MATAR
Entonces llegó la orden oficial: tirar a matar. El jefe de la Segunda Zona Militar, coronel Luis Ricardo Piñeiros, sacó las tropas a la calle. Se disparaba contra todo lo que se movía, contra cualquiera que corría para escapar de las ráfagas de ametralladora. La masacre comenzó a las siete de la noche y terminó a las cinco de la mañana.
Un grupo saqueó la bodega de víveres ubicada en la acera de 9 de Octubre, local que funcionaba en la planta baja de la casa de la señora Frugone Frías de Palacios Offner, esposa del Sr. Manuel ‘Chiken’ Palacios, siendo su dueño Luis Repetto, quien acababa de traspasarla a unos inversionistas argentinos, cuyos propietarios la habían bautizado como Micro Mercado, llevándose toda la mercadería existente.
En esa misma avenida estaba parqueada la camioneta Ford No 067, la que el populacho desmanteló, sacó sus llantas y luego de voltearla, le prendieron fuego. En otras barriadas de la ciudad el robo abundaba, la casa comercial de empeño del señor Zerega, de Eloy Alfaro y av. Olmedo sufrió un intento de asalto.
El mercado del sur estuvo a punto de ser saqueado, pero tropas de la Marina lo impidieron. El país estaba bajo el imperio de la Ley Militar.
En aquellos días era gobernador de la provincia, el Dr. Eduardo Ortega Moreira; intendente general de Policía del Guayas, mayor Leónidas del Campo, y alcalde, el Lcdo. Luis Robles Plaza.
A las pocas semanas Ponce Enríquez asistió al Estadio Modelo y recibió la “rechifla” de su vida, pues se vivía un clima de insatisfacción y acentuada miseria en el país.
Diez horas de fusilería contra un pueblo desarmado. Nunca se supo el número de muertos y los heridos no llegaron a ninguna casa de salud. Esto sucedió hace 62 años, mis queridos feligreses.