9 VII 1925: ¿HUBO UNA REVOLUCION? dos artìculos de Germàn Rodas Chàves-

9 DE jULIO DE 1926.


 ¿Hubo una revolución?
 
Germán Rodas Chaves * 
 
Tomado de El Comercio del 10 VII 2017
 
  Integrantes de la Junta Provisional de Gobierno del Ecuador: José Rafael Bustamante, Modesto Larrea Jijón, Francisco Arízaga Luque, Francisco Boloña, Pedro Garaicoa, Napoleón Dillon, Francisco Gómez de La Torre y Julio Moreno. Enciclopediadelecuador.com 
 
 
 
La posesión como Presidente de la República, acontecida el 1 de septiembre de 1924, del liberal Gonzalo Córdova, quien se impuso electoralmente mediante el fraude sobre las candidaturas del conservador Jacinto Jijón y del militar progresista Juan Manuel Lasso, abrió una etapa de incertidumbres en el Ecuador. 
 
Esta realidad fue más notoria cuando Jijón y Caamaño acaudilló una revuelta en el norte del país, en rechazo a la estafa electiva y al nuevo Gobierno, suceso que fue sofocado por el Ejército, pero que, finalmente, contribuyo a debilitar al régimen que, entonces, fue desafiado por una oposición creciente y diversa en el país. 
 
En efecto, Córdova tuvo que enfrentar, inmediatamente, a fracciones económicas y sociales como las que lideró el empresario liberal Luis Napoleón Dillon; a grupos de intelectuales serranos cuya formación ideológica se produjo en su contacto con las ideas del pensamiento socialista –y que se agruparon el 16 de septiembre de 1924, pocos días después de la posesión Presidencial, bajo el nombre de Grupo Antorcha-, y a núcleos de jóvenes oficiales inconformes con la realidad nacional. 
 
Todas estas circunstancias fueron posibles en el contexto de un claro debilitamiento del Estado Liberal. Un sector de la oficialidad joven del Ejército, contrario al modelo económico y social del período, se organizó en una estructura denominada la Liga Secreta, algunos de cuyos miembros tuvieron contacto político –y conspirador- con determinados sectores de civiles, entre ellos, precisamente, con el Grupo Antorcha y, particularmente, con uno de sus integrantes, el joven médico Ricardo Paredes Romero. 
 
Aquellos jóvenes oficiales rebasaron toda opinión de la superioridad militar que se había mantenido cercana al poder. La resolución de los oficiales de destituir al Presidente Córdova y de promover cambios de fondo en el país, se materializó el 9 de julio de 1925. Esta circunstancia histórica, sobrevenida exactamente hace 92 años, ha sido conocida en la historia nacional como la Revolución Juliana. 
 
Sobre el carácter de la Revolución Juliana en la historiografía nacional, se han establecido algunas opiniones distintas a las que han señalado que hubo un proceso revolucionario en julio de 1925; de ellas las más difundidas han referido que los acontecimientos del 9 de julio de 1925 deben ser considerados un simple ‘cuartelazo’; que hubo un enfrentamiento entre sectores económicos de la Sierra con algunos grupos de poder de la Costa, particularmente guayaquileños; o bien que la jornada Juliana –que instauró un ciclo histórico hasta 1931- fue tan solo el resultado de los afanes por recuperar el camino extraviado del liberalismo radical. 
 
En este orden de cosas, los acontecimientos alrededor de ‘La Juliana’ deben ser diferenciados a partir de la formación, en octubre de 1924, de la Liga Secreta Militar, la misma que el 9 de julio de 1925 articuló la caída de Córdova y que con el control del poder, mediante la Junta Suprema Militar y, luego, a través de la Junta Provisional Militar –en las cuales el Teniente Coronel Telmo Paz y Miño tuvo un protagonismo fundamental- clausuró el período liberal civilista y plutocrático, en medio de una amplia adhesión popular. 
 
Posteriormente a este acontecimiento, gobernaron la Primera y la Segunda Juntas de Gobierno Provisionales (julio de 1925 - marzo de 1926) las cuales se instauraron en medio de tensiones debido a la cambiante correlación de fuerzas respecto del primer momento insurreccional, dando paso, así, a una alianza político-social que impulsó importantes reformas. 
 
Subsiguientemente, los gobiernos de Ayora (1926-1931) expresaron los afanes de cambio del período que, de manera relevante, permitieron, por ejemplo, edificar los albores de la salud pública, con la preocupación consiguiente sobre las determinaciones sociales que actúan sobre la sociedad, comportamiento similar evidenciado, en otras esferas, por parte de esta misma administración que asumió una conducta vigorosamente social en el ejercicio del poder. 
 
La interrogante para aproximarnos a una respuesta sobre el carácter revolucionario o no del 9 de julio de 1925, por lo tanto, debe referirse a los objetivos de la Liga Secreta y, luego, a los efectos reales que produjo la presencia de las Juntas Militares –que abrieron paso al ciclo juliano- frente a las características estructurales anteriores. 
 
En todo caso, como paso previo, conviene una digresión: cuando se habla de revoluciones se corre el riesgo de entrar exclusivamente en la búsqueda y descripción de resultados de larga temporalidad. Esta manera preferencial de interpretar el fenómeno revolucionario tiene el problema de enfrentarnos a una visión épica y mítica de la revolución, cuando no hay menor duda que los procesos revolucionarios deben ser juzgados desde una perspectiva que nos conduzca a discernir sobre las condiciones sociales que han impulsado y definido un proceso histórico de cambio y que en un momento específico cierran ciclos sociales, económicos y políticos anteriores, dando lugar a nuevos períodos históricos. 
 
La Liga Militar y las Juntas Militares liquidaron el período liberal, en su etapa civilista y plutocrática. Aquel indicador puede orientarnos a calificar los acontecimientos del 9 de julio de 1925 como un hecho insurrecto de honda y profunda significación en el siglo XX. * Historiador y escritor. Miembro de la Academia Nacional de Historia.
 
 
 
 
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LA REVOLUCION JULIANA Y LA SALUD  
  El salto cualitativo del higienismo público a la etapa de construcción de la Salud Pública lo provocó el presidente Isidro Ayora (1926-1931).  
Tomado de El Comercio.12 VII 2015: 
 
  GERMAN RODAS:  
 
Hace noventa años se produjo la revolución juliana, ciclo histórico que se extendió desde 9 de julio de 1925 hasta el 24 de agosto de 1931 y que estableció un corte al proyecto del Estado Liberal instituido en 1895. Las dos Juntas Provisionales de Gobierno de la así llamada revolución juliana (instauradas, en su orden, entre julio de 1925 y enero de 1926 y desde esta fecha hasta marzo del mismo año) así como la Presidencia interina de Isidro Ayora (abril de 1926-abril de 1929) y luego la Presidencia Constitucional del propio Ayora (abril 1929-agosto de 1931) desde la perspectiva de su significación socio-económica, han sido estudiadas y difundidas de manera constante.
Empero, la singularización de la Juliana en referencia al modelo de salud que puso en marcha -al calor del pensamiento médico de aquel momento y en el contexto de la historia de las ideas- no ha sido lo suficientemente tratado, tanto más que su huella fue  distinta a la del periodo liberal que en materia de salud inició el compromiso del Estado para la atención de la enfermedad.
En efecto, la visión humanista ilustrada constituyó la base para que el liberalismo se preocupara de la población a partir de individualizar el conflicto de la enfermedad, lo cual condujo al primer periodo alfarista (1895-1901) a confrontar tal problema desde el asistencialismo público, circunstancia que explica la idea de fortalecer la estructura de las juntas de beneficencia, más allá de haber puesto en funcionamiento la Junta Superior de Sanidad en Guayaquil, habida cuenta de que las preocupaciones del régimen por consolidar el poder no le dieron tiempo para resolver la ecuación salud-enfermedad en el marco de otras perspectivas.  
El Gobierno inmediato al de Alfaro, el de Plaza Gutiérrez -que gobernó entre 1901 y 1905 una vez consolidados los cambios políticos en el país- atendió los conflictos de la salud-enfermedad en el marco del higienismo público de primer grado; aquello significó que el régimen se preocupara, por ejemplo, de los controles higiénicos migratorios, del mejoramiento de los sistemas de vacunación o de la creación del Consejo de Sanidad de Quito.
En el segundo gobierno de Alfaro, entre1906 y 1911, se impulsaron los mecanismos para institucionalizar la higiene pública. Este proceso -acompañado de decretos, leyes y normas- lo he denominado higienismo público de segundo grado. Fueron los tiempos en que se propició reformas fundamentales a la estructura de las juntas de beneficencia, se promulgó la Ley de Sanidad Pública, se estableció el Servicio de Sanidad Militar, entre otras cosas. El higienismo público de segundo grado, adicionalmente, atravesó toda la etapa del liberalismo civilista, esto es hasta 1925.
Por su parte, en el periodo juliano hubo importantes modificaciones a los roles de la atención de la salud dirigidos desde el Estado. En todo caso, se debe precisar que tales comportamientos fueron diferenciados entre las que ejecutaron las Juntas Provisionales de Gobierno y las que impulsó Isidro Ayora.
En las Juntas Provisionales de Gobierno la comprensión del higienismo público como un factor para impedir la enfermedad, llevó a que se edificara una institucionalidad bastante sólida para la época, capaz de atender las políticas de higiene con visión nacional y estructurada en la descentralización de competencias. De allí que la mayoría de edad del higienismo en el Ecuador correspondió a esta etapa que la he denominado como higienismo público de tercer grado, marcado por la presencia de la Ley de Sanidad y de regulaciones expresas en esta materia, además de la construcción de una infraestructura sanitaria muy importante. Todo aquello se advierte, por ejemplo, con la creación del Ministerio de Previsión Social y Trabajo, encargado, también, de asumir las responsabilidades de sanidad e higiene.
El salto cualitativo del higienismo público a la etapa de construcción de la Salud Pública lo provocó Isidro Ayora. Las normas laborales en beneficio de los trabajadores, las precauciones para favorecer los derechos de la mujer y de la niñez, las normas para proteger el final de la vida laboral de los ciudadanos, formaron parte de un mismo objetivo destinado a precautelar la salud de los ecuatorianos y con la finalidad de que la salud se constituyera en el resultado de mejores condiciones sociales proporcionadas a las personas.
Las nuevas fuentes epistemológicas del pensamiento médico-social contribuyeron para dar cuenta de la realidad señalada y se expresaron en los entornos de la Revolución Juliana.  Desde luego que hubo también otras determinaciones para que se produjera esta circunstancia, como fue la presencia, en los contextos sociales, de nuevos actores, quienes desde su lucha demandaron atención a sus derechos, entre ellos el de la salud.

 

La idea central de atender la salud de la población -que no es lo mismo que solamente combatir a la enfermedad o construir una ampulosa infraestructura para tal fin- estuvo aparejada de la certeza de propiciar otras respuestas que protegieran al ser humano para vivir con menores riesgos de enfermedad; tal perspectiva se abrió paso hace noventa años y fue el antecedente inmediato a la trascendente tarea que en esta materia de Salud Pública, en los mismos años treinta, emprendieron los regímenes de Páez y de Enríquez Gallo.