EL 10 DE AGOSTO DE 1809: Rodofo Pèrez Pimentel.

 

EL 10 DE AGOSTO DE 1809. 
DE EL ECUADOR PROFUNDO, 
DE RODOLFO PÉREZ PIMENTEL.

Por el tratado de Tilsit, Napoleón recibió de las grandes potencias la autorización para intervenir libremente en los asuntos de España, donde gobernaba el poco inteligente Carlos IV y su ambicioso ministro Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, quienes accedieron a las pretensiones francesas y permitieron que sus ejércitos atravesaran el territorio español para invadir Portugal. Previamente Napoleón había declarado vacante el trono de esa nación dividiéndola en tres partes: el norte para el Rey de Etruria, el centro que se reservaba para si y el sur que ofreció a Godoy para obtener su aquiecencia en ese inmoral juego.

Pero el asunto no era tan sencillo como a primera vista podía parecer, entrañaba la pérdida de la soberanía española y el país se vio ocupado por un ejército de mucha experiencia que convirtió al rey y a su Ministro en prisioneros al servicio de Napoleón. Comprendida esta política, fue el propio Godoy quien aconsejó a Carlos IV el exilio en América, idea rechazada por los madrileños que impidieron la salida de la familia real y obligaron a Carlos IV a abdicar a favor de su hijo Fernando, príncipe de Asturias, luego llamado Fernando VII.

Entonces Napoleón se negó a reconocer esta situación y llamó al padre y al hijo a Bayona donde celebraron varias entrevistas y ambos terminaron por cederle España. Napoleón se apresuró a designara su hermano mayor José Bonaparte, llamado “el Botellas”, por su afición desmedida al licor.

Tanta ignominia hizo que algunos españoles dignos establecieran Juntas Supremas de Gobierno para oponerse al dominio francés en la península, iniciando una guerra de liberación a raíz del alzamiento del pueblo de Madrid el 2 de Mayo de 1808, que terminaría años después, tras mucha sangre y esfuerzo.
Mientras tanto en América los pueblos habían declarado su voluntad de gobernarse al amparo de la Junta de Sevilla, reconocida como la primera de todas las de España, y luego por las Cortes de Cádiz, que en 1812 dictaron una Constitución.

En Quito había sembrado la semilla de la libertad un mestizo genial llamado Eugenio Espejo, médico, teólogo y periodista, que de todo tenía tan especial personaje. En 1784 había hecho colocar unos banderines de tafetán rojo con cruz blanca al medio y una leyenda en latín; por esta y otras andanzas fue tomado prisionero y murió casi en prisión a consecuencia de disentería amebiana.

Sin embargo, su semilla había germinado en los espíritus más elevados de su tiempo: José Mejía, discípulo queridísimo, contrajo matrimonio con su hermana Manuela Espejo y heredó su extensa biblioteca; José Anastacio Guzmán y Abreu el botánico que murió trágicamente al rodar una quebrada, Juan Pío Montúfar el rico y generoso Marques de Selva Alegre; los Dres. Morales, Quiroga y Ante, el Coronel Salinas y otros más, no lo olvidaban, y para 1809 decidieron conspirar al rescoldo de su recuerdo. Primero se reunieron en la casa del Valle de los Chillos del Marqués de Selva Alegre, pero descubierta la conspiración fueron apresados por orden del Asesor General de Gobierno Dr. Manzanos y cayeron Morales, Montúfar, Rodríguez de Quiroga, Salinas, de la Peña y Riofrío, acusados de intentar la subversión para gobernar en detrimento de los sagrados derechos de la monarquía. La causa fue iniciada con todo el aparato de la época y hasta se designó Fiscal al Dr. Pedro Muñoz, de probada solvencia y confianza, pero habiendo los conspiradores negado toda participación y sobornado a uno de los pasantes del juzgado, poco después andaban libres por falta de pruebas y en espera de una mejor ocasión para dar el golpe sobre seguro y no fallar, que se realizó en la madrugada del 10 de Agosto.

Hora antes se había reunido en casa de Manuela Cañizares so pretexto de servirse unas cuantas bebidas, jugar tresillo y departir a los acordes de una bien tocada mandolina.

La señora Cañizares era treintena y soltera, poseía algunos bienes de fortuna heredados de sus mayores y vivía en la casa del Sagrario a un costado del actual Palacio Presidencial. No había contraído nupcias con el Dr. Quiroga, con quien convivía, por estar él casado en Charcas, aunque separado de su mujer ya muchos años. Después de la reunión los próceres tomaron la decisión de actuar enseguida y salieron a comprometer a los batallones el Comandante Zaldumbide y el Coronel Juan Salinas y con destino a Palacio el Dr. Antonio Ante, que intimó orden de prisión al Presidente Conde Ruiz de Castilla.

A las seis de la mañana se vio gente reunida en corrillos en la plaza de la Catedral, que vivaban insistentemente a la Junta de Gobierno y daban gritos por la religión y al monarca Fernando VII. Poco después fueron despertados el Asesor Manzanos, el Colector de Rentas Sáenz de Vergara, el Comandante Villaespesa, el Administrador de Correos Vergara Gabiría, el Regente de la Audiencia Bustillos, el Oidor Merchante de Ayala y unos pocos “godos o chapetones” que resultaban sospechosos a los patriotas y se los condujo detenidos a los cuarteles en previsión de que pudieran actuar.

A las ocho de la mañana los próceres estaban reunidos y esperando la llegada del marqués de Selva Alegre, a quien habían ido a traer una comisión. A las diez entro Montúfar en fino caballo y con toda la pompa y ceremonia de estilo juró su cargo. Realizaba la elección de dignidades se ratificó a Montúfar Presidente, la Vicepresidente fue entregada al Obispo Dr. José Cuero y Cayzedo y las Secretarías a los Dres. Manuel Rodríguez de Quiroga, Juan de Dios Morales y Leonín de Estrada y Juan de Larrea Villavicencio, Vicente Alvarez fue designado Secretario particular del Presidente. ¡Quito estaba libre para servir de Luz de América!