LA VENGANZA: Un capìtulo de la vida de Gabriel Garcìa Moreno.

UNA CONTUNDENTE REVELACION SOBRE EL SANTO DEL PATÌBULO.

UNA ANÈCDOTA QUE SALE A LA LUZ, LUEGO DE  TANTO TIEMPO.

Edgar Allan García
TOMADO DEL FACEBOOK
Roque Del Alcazar Leon: Cuando murió dicen en la familia que mandaron una carretilla con los calzoncillos y camisetas para entregar a García Moreno ...con un cartel ...es lo único que aporto al matrimonio.....
LA VENGANZA 
Mi tatarabuela afirmaba que Rosa de Ascázubi y Matheu había sido asesinada, pues una madrugada, adolorida como estaba debido a una hernia, su esposo le hizo ingerir una sobredosis de láudano, “la suficiente como para matar a un caballo”, según el médico que la había atendido.
Decía ella que Gabriel García Moreno se había casado con Rosa, que era doce años mayor que él y, sin duda, se trataba de la menos agraciada de las hermanas Ascázubi, que de por sí tenían fama de ello, únicamente atraído por la fortuna y la excelente posición social de dicha familia, tanto por el lado de los Ascázubi como de los Matheu.
Afirmaba que un claro indicio del delito consistía en que García Moreno, solo dos meses después de la muerte de su esposa, había pedido la mano de Mariana, la sobrina de la difunta, descendiente esta, por el lado paterno, de la casa de los condes de Marquina y, por el lado materno, del marqués de Maenza. “Bien apuntado el objetivo una vez más”, decía siempre mi tatarabuela con una mueca de burla, y todo eso no habrían sido más que unas agrias aseveraciones que se perdían en el aire, hasta que un día, poco tiempo después de la muerte de mi tatarabuela, hurgando entre sus papeles, descubrí en el cajón secreto de su bargueño, un puñado de encendidas cartas que García Moreno le escribiera a mi tatarabuela, donde este le juraba su amor eterno
Entendí de golpe lo que había pasado entre ellos: la familia de mi tatarabuela, aunque gozaba de ciertas comodidades, no tenía la posición social que sí tenía la de quien más tarde sería su víctima y él, en su desmedida ambición, andaba en la búsqueda de algo más que de un romance
A este estremecedor descubrimiento le siguió otro aún más terrible: en una carta, sin duda de despedida, ella le aseguraba al “ingrato” que tanto la había hecho padecer: “…pues tú, maldito entre los malditos, como que me llamo Dominga Balbina de la Caridad Torrealba y Castellanos, nunca, escúchame bien, nunca tendrás descendencia”.
Más que un deseo fruto de la amargura, esa frase me pareció una evidente maldición.
Corrí entonces a revisar la biografía de García Moreno y, con enorme sorpresa, me enteré de que ninguno de los cuatro hijos de este con Rosa de Ascázubi habían sobrevivido y que solo uno de los cuatro hijos que tuvo con Mariana del Alcázar lo había logrado. 
Todo parecía indicar que, de manera inevitable, los niños morían al poco tiempo de llegar al mundo. Me puse a rebuscar, una vez más, entre los papeles de mi tatarabuela y, en un par de notas, adjuntas con un imperdible de cobre, hallé un escrito firmado por el propio Gabriel García Moreno, donde le imploraba a mi tatarabuela que se apiadara de él y su descendencia, “que nada malo te han hecho, para que estos sufran una tragedia tras otra”.
En la contestación de mi tatarabuela, no había ya mayores reproches y en esta le decía que no se preocupara, que ya nada le ocurría a sus hijos, pero que, eso sí, él no se libraría del cruel destino que le aguardaba, puesto que moriría “como un perro en plena calle-
 Me enteré, entonces que poco tiempo después, nacería Gabriel María García del Alcázar quien sobrevivió a todo, incluso al terrible asesinato de su padre, hecho que ocurrió cuando este solo tenía un poco más de cinco años de edad. No sé si lo que sucedió a continuación estaba previsto por mi tatarabuela, pero al juzgar por la vida que llevó el pobre Gabriel María, traumado por la educación violenta y cruel de su padre, más le habría valido morir cuando este aún estaba en la cuna.
Usted disculpe, señor escritor, don Edgar Allan García, por esta misiva que no tiene otro propósito que descargar una angustia que llevo desde que me enteré lo de mi tatarabuela y el dictador García Moreno, pero yo sé que solo usted podrá hacer con esto que le escribo, algo más que una anécdota de familia.
Atentamente,
MNE.
Edgar Allan García